“El miedo, rechazo y resistencia a que las mujeres accedan a ciertos espacios existe y sigue vigente, y quizá ya no se manifiesta en rechazar el derecho al voto, pero sí de otras formas. Es una discriminación más matizada o quizá menos evidente, pero que cotidianamente las mujeres vivimos en el día a día”.
SUFRAGISTAS
FICHA TÉCNICA
Título original: Suffragette.
Año: 2015.
Duración: 106 min.
País: Reino Unido.
Dirección: Sarah Gavron.
Guion: Abi Morgan.
Reparto: Carey Mulligan ,Helena Bonham Carter, Meryl Streep, Ben Whishaw, Brendan Gleeson, Romola Garai, Anne-Marie Duff Samuel West, Natalie Press.
Música: Alexandre Desplat.
Fotografía: Eduard Grau.
Productoras: Film4 Productions, Pathé, Ruby Films.
Género: Drama | Feminismo
SINOPSIS
Año 1912, las mujeres británicas llevan años reclamando pacíficamente el derecho al voto, pero siempre han sido ignoradas. Es entonces cuando el movimiento sufragista cambia la vida de la trabajadora y madre Maud Watts. Incitada a actuar por la activista política Emmeline Pankhurst, Watts se une a un grupo de mujeres que luchan por la igualdad y el derecho al voto. Enfrentándose a la creciente acción policial, Maud y las sufragistas pondrán en juego sus trabajos, su familia y sus vidas por una causa.
CURIOSIDADES
El rodaje de la película empezó el 24 de febrero de 2015. Es la primera película en la historia que se rueda en el Parlamento del Reino Unido, con el permiso de sus miembros.
En el paso del siglo XIX al XX, Gran Bretaña asistió a la dura pugna de las mujeres para que se reconociera su derecho a votar; derecho que no alcanzaron hasta febrero de 1918.
El viernes 3 de agosto de 1832 se discutió una petición muy especial en el Parlamento británico: la de Mary Smith, de Standford, que defendía que, como ella pagaba los mismos impuestos y estaba sujeta a las mismas leyes que cualquier hombre, debía tener el mismo derecho a elaborarlas mediante la elección de representantes y a aplicarlas en los tribunales de justicia.
Los defensores de los derechos de las mujeres eran una minoría: el movimiento feminista estaba en pañales. A las mujeres se les negaban los derechos civiles y políticos de los que disfrutaban los hombres, y aunque solteras y viudas gozaban de más libertades que las casadas –las cuales no podían tener propiedades, redactar testamentos, ni ostentar la custodia de sus hijos– también estaban sujetas a grandes restricciones. No podían ejercer profesiones como la medicina o el derecho, ni acceder a puestos de la administración. Y por supuesto, tampoco podían votar.
En la mentalidad de la época esta subordinación era parte fundamental del orden social. Los hombres, mejor dotados intelectual y físicamente, debían encargarse de la esfera pública mientras las mujeres ocupaban la privada bajo su protección. Las propias mujeres compartían esta opinión, y la transmitían de madre a hija.
Sin embargo, Inglaterra y el resto del mundo occidental estaban adentrándose en una época de profundos cambios económicos, políticos y sociales que pronto se dejaron sentir en la causa de las mujeres. Si en 1830 las feministas eran pocas y descoordinadas, treinta años después el movimiento había ganado fuerza y había dado con una causa esencial: la concesión del voto. Sólo cuando las mujeres participaran en la elección de sus representantes y, por tanto, en la elaboración de leyes, podrían derogar aquellas que las rebajaban a ciudadanas de segunda.
Aunque los antisufragistas eran mayoría, poco a poco crecía el apoyo a la causa del voto femenino. En 1869 se daba un paso fundamental en Estados Unidos: Wyoming aprobaba el sufragio femenino. Mientras, en Gran Bretaña se empezó a permitir a las mujeres formar parte de las juntas de educación de distrito, cuyos miembros eran elegidos mediante votación. En 1894 esto se extendió a los consejos locales, lo que hizo menos extraña su imagen a pie de urna. Y en 1881, una nueva conquista mostraba cómo el voto femenino se acercaba a Gran Bretaña: la isla de Man, un dominio británico, concedía el voto a las mujeres viudas y solteras.
Carreras como la de medicina empezaron a admitirlas en sus aulas, y miles de ellas formaban parte de las juntas de educación y de distrito
Conscientes de la necesidad de organizarse para ejercer presión y ganar apoyos, en 1897 diferentes organizaciones sufragistas constituyeron la Unión Nacional de Sociedades por el Sufragio Femenino (NUWSS en inglés), de la mano de Millicent Fawcett. Sus miembros se dedicaron principalmente a tratar de ganar para su causa a los representantes políticos y a organizar mítines a pie de calle.
Pese a las mejoras, para algunas sufragistas el voto seguía pareciendo lejano; eso era lo que opinaban las fundadoras de la Unión Sociopolítica de Mujeres (WSPU), creada en 1903 por Emmeline Pankhurst para luchar con más efectividad por la conquista del voto. Emmeline consideraba que para alcanzar este objetivo la organización debía funcionar como un ejército: sus órdenes nunca debían ser cuestionadas.
La WSPU desarrolló tácticas militantes que tenían una gran resonancia en la prensa, como interrumpir los mítines de otros partidos, intentar entrar en el Parlamento, presentarse en los domicilios de miembros del gobierno e incluso encadenarse a ellos.
Estas acciones conllevaron con frecuencia la detención de sus protagonistas, que se negaban a pagar la multa que se les imponía y por tanto eran encarceladas. A su salida eran celebradas como heroínas, lo que les reportó una enorme propaganda. Sus partidarios se multiplicaron, y en 1908, una gran manifestación en Hyde Park congregó a más de 500.000 personas.
Cientos de sufragistas fueron encarceladas y sometidas a duras condiciones de reclusión. Para lograr que se les reconociera el estatuto de presas políticas y mejoraran sus condiciones de vida en la cárcel, se declaraban en huelga de hambre. Y esto planteaba un gran problema a las autoridades, que querían evitar a toda costa que se convirtieran en mártires de la causa. La solución fue la alimentación forzosa, un proceso doloroso y peligroso que no hizo más que despertar simpatías por las sufragistas entre la población.
El estallido de la Gran Guerra interrumpió la actividad de la WSPU. Pankhurst abrazó la causa patriótica y se puso a disposición del gobierno. Sin embargo, la NUWSS continuó su campaña.
La actividad política de este grupo y la contribución femenina a la guerra en la retaguardia mientras los hombres luchaban convenció al Parlamento y a gran parte de la sociedad de que las mujeres merecían el voto tanto como sus conciudadanos.
En febrero de 1918 se aprobó la ley que concedía el sufragio a las mujeres mayores de 30 años y se extendía a todos los hombres de más de 21. La felicidad entre las sufragistas fue enorme, pero no completa. Las campañas continuaron hasta que diez años después, en julio de 1928, se equiparó la edad de voto femenina a la masculina, en una sesión parlamentaria a la que asistieron las protagonistas de la lucha por el sufragio, ya ancianas, como Fawcett y Despard, de 81 y 84 años, respectivamente. Charlotte Despard dijo entonces: "Jamás pensé que vería la concesión del voto. Pero cuando un sueño se hace realidad, hay que ir a por el siguiente".
FUENTES CONSULTADAS
https://gaceta.facmed.unam.mx/index.php/2022/01/06/las-sufragistas-la-primera-ola-del-feminismo-en-la-lucha-por-el-voto-de-la-mujer/
https://www.filmaffinity.com/es/film904562.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Las_sufragistas
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/historia-sufragio-femenino-lucha-por-igualdad_12299
https://www.todoporhacer.org/pelicula-sufragistas/
OPINIONES DE LOS ASISTENTES AL CLUB DE CINE
A veces no somos conscientes de las personas que nos precedieron y, lucharon, a riesgo de perderlo todo, incluso sus propias vidas, por conseguir derechos que ahora nos parecen de lo más normales, pero que hace poco más de un siglo, eran pura utopía. La historia de estas mujeres nos ha removido por dentro, y nos ha hecho reflexionar sobre los derechos y libertades adquiridos, y la lucha que debemos mantener para que todo lo conseguido, no dé un paso atrás.
La película nos muestra de una forma descarnada la situación del trabajo femenino a primeros del siglo XX en Inglaterra. Las imágenes de la lavandería con sus gases tóxicos, sus productos abrasivos, sus duras jornadas, el patrón abusador…, nos hablan por sí solas de la injusticia sufrida por las mujeres.
La narrativa es sencilla, bien contada, muy bien resumida la larga historia que hay detrás de la consecución del voto.
La ambientación es magnífica. Los barrios trabajadores con sus casas modestas, la contaminación y la ropa tendida. Los barrios acomodados. Los grandes edificios gubernamentales. Una recreación perfecta del Londres de principios de siglo.
Un cuidadísimo vestuario. La fotografía, preciosa, con una presencia absoluta de los primeros planos.
Carey Muligan nos ha transmitido con sus gestos, con su mirada, toda la injusticia que padecían las mujeres. Su personaje va creciendo. La transformación es paulatina, muy sutil. Al principio, observa, sin tomar partido. Poco a poco, se va implicando hasta llegar a un punto de inflexión, donde ya no hay vuelta atrás.
Meryl Streep, aunque sólo aparece unos minutos en escena, es suficiente para darnos idea del carisma del personaje que interpreta. Mención, también para la polifacética Helena Bonham Carter, actriz versátil, donde las haya.
Ha generado un gran debate en la sesión del club de cine. Nos encantan las películas que suscitan controversia y remueven nuestras conciencias. La película nos ha gustado. Hemos aprendido, sentido coraje y compartido el mismo sentimiento de injusticia que sentían ellas. Y todo ello, se ha manifestado en la reunión. Por ello nuestra puntuación es alta.
Recogemos varias frases para reflexionar:
• “Si quieres que respete la ley, hagamos que la ley se respetable”.
• “No queremos quebrantar leyes, sino promulgarlas”.
• “La mejor elocuencia es la que consigue que se hagan cosas”.
• “Prefiero ser rebelde que esclava”.
• “La guerra es el único lenguaje que los hombres entienden”.
La calificación de los asistentes al club de cine ha sido, entre una y cinco estrellas:
**** = 4
***** = 8